lunes, 16 de agosto de 2010

El gran reto de ser equipo

El ser humano necesita estar permanentemente comunicado. Es un requerimiento biológico. Las personas que no disfrutan de compañía, se vuelven inevitablemente hurañas, cascarrabias, inestables. Para mantener la psiquis saludable, es indispensable la alteridad, es decir, gozar de un mínimo grado de interacción social. Recuerdo que en una clase de Psiquiatría Forense, el profesor nos indicaba que si encerramos a alguien en una habitación oscura y solitaria, al cabo de unos días empezará a tener cierto tipo de visiones, bien como resultado de una progresiva enajenación mental que sufre el sujeto que no sociabiliza, o bien como producto de la necesidad natural de sentirse acompañado. 

Pero el vivir en sociedad también tiene como consecuencia intrínseca el desarrollo de pugnas por la supervivencia individual, aun en desmedro de la ajena. Precisamente en Psicología se suele hablar de un experimento famoso realizado hace varios años con ratones. Uno de ellos era depositado en una jaula con lo necesario para su subsitencia: agua, comida, dispositivos de ejercicio, etc. Al cabo de unas semanas, en la misma jaula era depositado un segundo ratón. Inicialmente parecía marchar todo bien, aunque se comenzaron a obervar leves cambios en el primer animal, casi imperceptibles. Después de un tiempo similar, se añadía un tercer ratón, y entonces las modificaciones en el comportamiento de los dos individuos originales ya eran evidentes: era como si sintieran amenazados, sentimiento que se acrecentaba con el transcurrir de las horas. Iniciaron, entonces, las peleas por la comida, el espacio, los sitios de descanso, entre otros. A partir del cuarto ratón, la pequeña 'sociedad', al igual que una compuesta por seres humanos, empezó a presentar serios inconvenientes, que se agravaron radicalmente con el quinto, sexto y séptimo 'agregado': heridos, problemas de alimentación, había algunos individuos que preferían no moverse, otros que se mostraban claramente nerviosos. Por inconcebible que parezca, se colegían trastornos de adaptación y dificultades en las relaciones entre ratones, tal como acontece con los seres humanos. El ensayo concluía con la muerte de uno o más individuos, lo cual era aprovechado por los científicos para hacer un seguimiento videograbado del desenvolvimiento que tuvo el 'recluso' correspondiente y realizar una lista tipo 'factor-resultado'. 

Entonces, es innegable que en la contracara de la vida solitaria, asoman los conflictos propios de la existencia en comunidad. El estrés, la llamada 'enfermedad del siglo XX', surge mayormente como producto de la imposibilidad del sujeto de adaptarse a determinadas situaciones que se le presentan como amenazantes, y que suelen tener como denominador común la vida dentro de un colectivo social, desde un pequeño 'trancón' en el tránsito hasta una larga fila de clientes insatisfechos solicitando ser atendidos. Pero la soledad genera también crisis de ansiedad, cuyos episodios son acaso más graves que las originadas en la vida en comunidad. Aunque también hay quienes se valen del estrés en sentido positivo (es decir, como una reacción natural del organismo para enfrentar situaciones apremiantes) para optimizar su rendimiento, convirtiendo un momento grave de estrés en la excusa perfecta para realizar actividades reparadoras, e incluso consguir los mayores éxitos. No es de sorprendernos, en definitiva, que muchos de los grandes libros y otras obras se hayan escrito en esos ratos complicados, y no como solemos pensar, cuando el autor se hallaba en un auge de relajación e inspiración.


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